Algo de romántico habrá…

Travesía en Crucero trasatlántico Island Princess
Island Princess

Cruzando el atlántico

Travesía en crucero trasatlántico : Día 6

Estando ya en el quinto día de travesía en un crucero trasatlántico, no podía levantarme, o no quería…

Hace 6 días que inicié el recorrido y es el segundo día entero de altamar. Desde ayer a medio día la travesía está siendo muy agitada a medida que nos hemos internado en el Atlántico. Por las noches he imaginado por el movimiento del barco, como si fuera el protagonista de una película en la que mi embarcación atraviesa una tormenta y que la solución es permanecer contra alguna superficie del barco para que la gravedad mantenga el cuerpo sin movimiento de más y el mareo sea menor. En algún momento me levanté de la cama, y era tal el meneo  y la oscuridad, que mejor regresaba  y desde la cama me dejaba llevar y mecer,  escuchaba los crujientes recovecos del navío que me recuerda lo frágiles que somos,  ruidos semejantes a los de una estructura de madera cuando está cediendo al peso que sostiene.  Nunca he tenido miedo a la navegación y  mientras la oscuridad me envolvía  pensaba…. “no ser va a romper”, “no pasa nada”, así trataba de  relajarme y  dormir un rato más.

En realidad  ya ha amanecido, pero la oscuridad sigue envolviéndome porque  mi cabina es interior, es decir sin ventanilla alguna, con lo que hay oscuridad total las 24 horas del día.  Eso es lo que ocupa mi pensamiento cuando  escucho un ruido de metal muy agudo y  cercano.  Me doy cuenta de que la puerta del baño se está destornillando por haberla dejado abierta y por el movimiento de toda la noche. Así que decido levantarme y salir de mi habitación para mirar y empezar el día.

Estoy en altamar. No hay nada alrededor, ya no hay aves,  ya no hay barcos que normalmente navegan cerca de nosotros, no hay nada… Me siento libre, me siento solo, me siento fuerte de saberme tan pequeño e insignificante pero a pesar de todo con la fortuna de estar navegando en dirección al continente europeo. Caminaba por cubierta, disfrutando de la brisa, que poco a poco deja de ser extremadamente cálida porque ya hemos dejado el caribe atrás. Camino y pienso.

Ayer el día era nublado y lluvioso, el mar estaba muy agitado, el barco levantaba la proa con sus 148 mil toneladas y bajaba lentamente. Anoche era imposible caminar hacia adelante cuando el barco subía, y se sentía una ligera presión hacia adelante cuando la parte delantera del barco volvía a bajar.. La gravedad nos empuja al compás de las olas y de la marea.  Anoche antes de dormir, tampoco quería moverme de la habitación, estaba acurrucado en el sofá de mi cabina, hasta que pensé con el sarcasmo habitual…: “¡si el barco se va a hundir con esta marea lo mejor es que me me encuentre feliz y divertido!”.  Así que dejé mi cabina a la 1am y hasta el amanecer estuve con los amigos que he hecho en la travesía y  que ya me esperan cada noche en el club nocturno de dos pisos que hacemos nuestro cada noche. Y así, en la madrugada me fui sin preocupaciones a mi camarote.

Hoy, sigo caminando en cubierta. Las nubes están todavía sobre nosotros… pero mañana y pasado mañana el cielo estará limpio, no habrá nada más que nosotros en medio del océano y con un mar en calma.  Luego de varios días navengando sin compañía de más embarcaciones, llegará una mañana que aún estando en altamar  podremos ver pájaros, señal de nuestro acercamiento a tierra… y al siguiente día estaremos llegando a las islas Azores para cargar combustible.

Aquí estoy viviendo cada noche un cambio de horario, eso tampoco ayuda mucho. Descontrola, descontrolan los días, las horas, la monotonía del paisaje y la monotonía fuera del barco. Se pierde noción de los días. Pero no me quejo, al contrario, en ello encuentro emoción porque imagino que hace cientos de años la misma sensación que puedo tener hoy, se prolongaba semanas, sin saber cuándo terminaría, y aquellos pasajeros no gozaban de las mismas comodidades que hoy tenemos al hacer un cruce de oceano. La vida está llena de experiencias y ésta es una de ellas. Me siento feliz de poder vivirla.

Empiezo a sentirme contento y más libre que nunca, imagino que estoy sobre lo más profundo del océano, me maravilla mi mundo, el mar, y la posibilidad de vivir estas experiencias. Quisiera poder ver exactamente dónde estoy. No puedo… no funciona mi teléfono, no funciona el gps, estoy en medio de la nada. Afortunadamente en nuestros días, por lo menos la gente que está en tierra puede monitorear a sus seres queridos cuando viajan en barco. Hay páginas en internet que son para buscar barcos, así como las hay para buscar aviones de pasajeros.

Ayer platicaba con alguien de la tripulación que me preguntaba por qué había venido a este crucero. Y yo le contesté que porque quería cruzar el Atlántico, que me parecía que era una idea romántica. Y ella contestó que no encontraba nada de romántico en ese cruce, que eran días cualquiera en altamar.  Me llamó mucho la atención porque aunque puedo imaginar que la monotonía  afecte a los tripulantes, me pareció muy desafortunada su poca sensibilidad al respecto. Eso me hizo notar la importancia de educarla sobre esta travesía que es la que ayudó a poblar el continente americano. Una travesía que muchos hombres hicieron, en algunos casos con el afán de descubrir nuevas tierras y en otros casos huyendo para buscar una nueva vida, una vida mejor. Cristobal Colón tardó 5 semanas en llegar a América desde las islas canarias, hoy lo hacemos en mucho menos tiempo. Y sigue habiendo algo de glamour en este viaje. Entre 1920 y 1940 fue la época dorada de los cruceros trasatlánticos, había lujo y carencias al mismo tiempo en esos viajes, ejemplo claro eran las divisiones entre 1ª y 2ª clase que ahora ya no existen, por lo menos no de esa forma tan excluyente o descarada.  Ayer mismo leía que en 1933 Federico García Lorca hizo un viaje de España a Buenos Aires y lo hizo “a todo lujo incluso con baño privado” (me sorprendió leer esa cita). Ahora esos viajes no son así, son lujosos, son entretenidos, son certeros y muy cómodos. Pero cuando salimos a cubierta y vemos el mar, puedo imaginar a aquellos viajeros, que por conquista o por descubrimiento, por necesidad, o por placer, tenían que cruzar el océano y miraban el mar en espera de llegar a buen puerto, muchos de ellos lo lograron, muchos de ellos jamás volvieron a ver tierra en su vida.  Estas cosas le dije a la señorita de la tripulación.

Sigo caminando… Y hoy ya salió el sol…

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