Altamar. Desconexión total.

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Lo que implica estar en altamar

Cruzar el oceano Atlántico implica por lo menos 7 días de navegación en altamar. Para muchas personas es ese el encanto del cruce y para muchos otros es justamente eso lo que los hace desistir de una travesía de esa magnitud.

La realidad es que hay una belleza especial y una magia inherente e imposible de evitar en esos días que son mucho más que días de mar, porque son días de cruce de zonas horarias, días de extrema monotonía y de soledad que poco a poco acaban por trastornarnos ligeramente y de una forma muy sutil. Días en los que sólo tenemos el cielo, el mar y las nubes, que a veces están a nuestro favor, y a veces nos torturan durante la travesía.  Se pueden vencer los efectos con una disciplina muy rigurosa que normalmente sólo tiene la gente mayor, pero ¿qué sentido tiene tratar de resistirse? Es mejor dejarse llevar, imaginar cómo harían nuestros antepasados esos cruces a los que se entregaban bajo la única guía temporal de la salida y la puesta de sol.

De manera gradual, lo primero que ocurre es que perdemos la noción de la fecha en la que estamos, no sabemos que día vivimos y mucho menos el día de la semana en el que estamos, nos dejamos llevar. Los teléfonos no tienen señal y quedan en un horario que ya no es el que nos rige. Tenemos todo para perdernos en el tiempo. Pero eso es emocionante, porque cuando estamos en tierra, dificilmente podemos lograr  esa sensación que normalmente queremos encontrar cuando tomamos vacaciones, una desconexión total.

Lo  siguiente que ocurre es la pérdida de noción del tiempo, las horas parecen ser iguales. Es una sensasión extraña, empezamos a guiarnos de manera automática y con muy poca precisión (porque no estamos acostumbrados) por la luz del sol. Y también es algo que se puede evitar con mucha disciplina, la gente mayor lo hace, pero la gente más joven depende de relojes electrónicos modernos que no ayudan en nada porque no se puede mover la hora a discresión, sino que se rige por la hora de la red celular, pero en altamar no hay red. Así que no insisto en intentar arreglar eso, me dejo llevar, y dejo de querer saber la hora o el día. Trato de cenar a tiempo preguntando la hora a la tripulación, pero no consigo llegar a tiempo al desayuno que se sirve de 7 a 9 am, he desistido ya de hacerlo. Cada día además perdemos una hora, los días entoneces son más cortos, y en el afán de no perdernos tratamos de buscar una señal que nos permita no perder el control total, algo que nos sirva como guía; mi señal del medio día son las campanas que totca el capitan para informarnos todos los días la posición geográfica del barco, que por supuesto no nos sirve de mucho porque no tenemos idea de lo que nos dice, no estamos familiarizados con el lenguaje en grados en el que nos habla, pero no me importa, pienso en un mapa mental en el que voy poniendo en perspectiva imaginara un barquito cada vez más cerca de Europa, lo que sí me importa, es que a partir de ese momento pienso en que la tarde está iniciando.

 

 

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pensamientos abstractos

Nuestros pensamientos en altamar también cambian. Al dejar tierra cargamos con todo ese bagaje con el que llegamos, estamos mentalmente conectados con nuestra realidad. Pero poco a poco, la desconexión es inevitable a pesar de aferrarnos a que no sea así. De forma paulatina vamos guiando el pensamiento hacia lo que nos rodea, hacia los pasajeros, sus conersaciones, su forma de pensar, sus vidas paralelas a las nuetras, empezamos a descubrir las diferencias dentro de las semejanzas y eso enriquecedor. Platico con gente mayor que me hace sentir enormemente afortunado porque me hablan de un pasado no tan lejano que ha sido el precedente de lo que hoy vivimos, me comparten ideas y experiencias. Nuestros pensamientos también se ocupan del paisaje, de la inmensidad del oceano y de lo miserablemente pequeños que somos en el, no importa en que navegación tan grande estemos cruzando, somos un punto en el camino, una gota de agua en el oceano. Tarde o temprano el pensamiento se detiene en nosotros mismos y ese es lugar más tenebroso y al mismo tiempo el más enriquecedor, el lugar al que dificilmente llegamos de manera natural. La introspección, la abstracción de nuestro ser para analizarlo, para evaluar nuestras acciones, nuestros logros, nuestros planes. Y claro, llega la melancolía, en algún momento extrañamos nuestro lugar, nuestra gente, nuestro espacio, nuestros olores. Pero ¿no es maravilloso tener la capacidad de valorar lo que somos y lo que tenemos?

Tengo que anotar a manera de bitácora los detalles y el registro de todo lo que va ocurriendo: día 1, día 2, etc, las marco por lo vivido cada noche y así llevo el conteo de mi paso por el oceano. Imagino que soy un marinero en una barca que al no tener mucha idea de lo que nos rodea, se reune con sus amigos marineros para beber y dejar que la noche se convierta no en una pesadilla, sino en un conjunto de platicas, sonrisas, y hasta que el sol no despierte.

Imagino que en el pasado, en las pequeñas embarcaciones que cruzaban el atlántico, los navegantes no tendrían mucho que hacer cuando había un buen clima que no los retara más que a sentir el paso de las horas, buscarían algún rincón en el barco para sentarse y hacer exactamente eso, pensar, observar, pasar el tiempo y desear ver tierra. Así nosotros, pasajeros de barcos modernos, entramos en una rutina diaria, sin saber el día o la hora, buscamos todos el rincón más cómodo del barco, un rincón que cada pasajero hace suyo durante la travesía y que responde a sus gustos y necesidades, ahí en ese lugar personalizado, pasamos los días, leyendo, escribiendo, bebiendo, durmiendo, pensando.

También es cierto que esos navegantes era grupos de personas que estaban destinados a vivir juntos una experiencia única y que los sellaría como amigos, colegas o enemigos para el resto de su vida, así que en esos largos días de altamar aprendían a convivir, a conocerse y a entenderse.

Nosotros también lo hacemos. Cada rincón y cada momento en el barco está identificado por las mismas personas y esas personas se convierten en un grupo insperable durante la travesía. Así nos pasa hoy también. Empezamos a hacer una colección de personajes que a fuerza de recorrer nuestras historias y de crear nuevas durante la travesía, se convierten en personas importantes para siempre.

Cruce Trasatlántico

el fin

Encontramos en algunos detalles la manera de no perdernos por completo en el circulo de días y noches sin parar. Algún evento, algún sonido, algún alimento. Y para no enloquecer buscamos también la ocasión para conversar con alguien, para profundizar en una amistad de reciente creación con esos compañeros que hemos elegido.

Hoy, sé que es domingo. La única razón por la que lo sé es porque mañana estaremos por fin en el continente europeo luego de 9 días de travesía. También lo sé porque hoy tengo un cocktail con el capitan a las 5pm. Así que volvemos a asirnos al tiempo y al espacio, volvemos a conectarnos con la realidad luego de esa estupenda desconexión a la que ya nos acostumbramos y que no volveremos a tener hasta que volvamos a emprender esa romántica experiencia de cruzar el atlántico. Así mañana, aunque el viaje no ha terminado, el cruce ha llegado a su fin.  Y todos, tripulación y pasajeros, a pesar de todo, queremos ya pisar tierra. Sentir que pertenecemos a algo.

Mientras escribo esto, navegamos con marea alta y oleaje de 4 metros, según nos ha dicho el capitan. Yo estoy en el piso 19 y desde aquí no se ve tan mal, aunque se siente. Miro a lo lejos un barco carguero y lo observo tan frágil ante el oleaje que esquiva en su navegación. Y pienso, lo vulnerables que somos y lo facil que sería perder el equilibrio en esta superficie, que es el único lugar en el que sabemos estar.

Fernando Palacios Oaxaca

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2 thoughts on “Altamar. Desconexión total.

  • April 20, 2017 at 3:04 pm
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    Que divino es leerte Fernando, que maravilloso es volver a repasar esa increíble travesía en alta mar. Leerte me transporta a una experiencia que volvería a vivir mil veces mas, aún sabiendo que cada vez siempre será diferente…Pasala muy, muy, muy RICOO!!!…Te llevo!!!

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    • April 23, 2017 at 5:03 am
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      Mi querida Tania…. que lindo leerte a ti también…. Y sabes algo?… he hecho tres veces ese cruce trasatlántico y cada vez, imagino que están ahí ustedes, no sabes lo que me marcó ese viaje y lo bueno que fue haberlos conocido. Gracias por escribir. Un besote hasta SJU.

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